martes, 15 de abril de 2014


DIVERSIDAD CULTURAL Y PRÁCTICA DOCENTE
EN EL ESTADO DE VERACRUZ




          La atención educativa en y para la diversidad cultural implica iniciar un análisis sobre cómo se construye la diferencia, sin perder de vista los múltiples procesos de construcción de la identidad, como las políticas educativas, los movimientos sociales y las aportaciones desde el ámbito de la investigación para la elaboración de propuestas educativas que se orienten, desde diferentes perspectivas, hacia la formación de docentes capaces de comprender que son parte de una sociedad multicultural, y que puedan asumir un compromiso que atienda a la diversidad cultural.


           Es en este contexto de diversidad cultural donde emerge el reto de la profesión docente para atender esa diversidad de forma más equitativa y plural, para ello es indispensable entender como menciona Boaventura de Sousa Santos que todas las culturas aspiran a valores y asuntos últimos por lo que debemos proponer diálogos interculturales sobre preocupaciones isomórficas, asumiendo que todas las culturas son incompletas y problemáticas en su concepción de la dignidad humana. Dicha incompletud se deriva del hecho mismo de que existe una pluralidad de culturas que puede apreciarse mejor desde afuera, desde la perspectiva de otra cultura.

          En torno al concepto de cultura, algunos autores coinciden en afirmar que se presenta como algo difuso, inacabado y en constante movimiento. Aun cuando se afirma también que este concepto no ha tenido una presencia fundamental en los discursos teóricos sobre educación, su revisión resulta necesaria en el campo de la educación intercultural.

        La concepción antropológica de cultura señala que es el conjunto de procesos, categorías y conocimientos a través de los cuales cada persona organiza la heterogeneidad del mundo en el que habita, dándole sentido a su existencia. De tal manera que la cultura no se puede concebir como un algo estático, sino que más bien es algo difuso, en constante cambio y movimiento, en un mundo donde el pluralismo es la regla y no la excepción. (Kaluf, 2005).

         Para Strivens, la cultura consiste en aquellos fenómenos que crean un sentido de identidad común entre un grupo particular: un lenguaje o dialecto, fe religiosa, identidad étnica y localización geográfica. Se trate de factores subyacentes que dan lugar a comprensiones, reglas y prácticas compartidas que gobiernan el desarrollo de la vida diaria. El comportamiento cultural es comportamiento aprendido, pero tan profunda y completamente aprendido que pasa a ser en gran medida inconsciente. (Strivens, citado por García, Moya y Montes, 1999).

          Ante lo expuesto anteriormente, una de las tareas más cruciales en la construcción de una concepción multicultural de los derechos humanos es elevar la conciencia de la incompletud cultural ya que todas las culturas tienen versiones diferentes de la dignidad humana.

         La perspectiva intercultural parte del planteamiento de que lo sustantivo es la interacción, y del reconocimiento de la cultura como un fenómeno interactivo donde no es posible poner barreras. El concepto de interculturalidad, pues, representa un enfoque y expresa en sí mismo un proyecto y un propósito: el establecimiento de un marco de relaciones que facilite la interacción cultural en un plano de igualdad y equidad.

        El concepto de interculturalidad, señala Jordán en 1995, surge en las relaciones entre sujetos que se imaginan a sí mismos diferentes de otros con quienes tienen algún tipo de interacción; siendo imaginada la identidad a partir del contraste con los otros y referida tanto a ganancias como a pérdidas en la interacción, como a mecanismos determinados de negociación para la significación.

         Por su parte, la UNESCO conceptualiza el interculturalismo como la interacción entre culturas, es el intercambio y la comunicación, en la que el individuo reconoce y acepta la reciprocidad de la cultura del otro. El prefijo “inter” denota la idea de interactuar, compartir, la existencia de complementariedades, el reconocimiento de la cultura del otro y la interculturalidad es considerada como una forma de ser, una visión del mundo y de otras personas, una clase de relación igualitaria entre los seres humanos y los pueblos.

          Dentro de estos contextos, la educación intercultural cobra fuerza porque se reconoce el importante papel de la educación formal en la formación para convivir entre diferentes más allá de la coexistencia.

          La educación intercultural pretende trascender la noción de multiculturalidad, concepto descriptivo que se refiere a la coexistencia de personas y/o grupos culturalmente diferentes en espacios o territorios determinados; no se refiere a la relación entre estas personas y grupos. La interculturalidad sí se refiere a ella y la califica como una relación basada en el respeto y desde posiciones de igualdad.

        Por lo tanto educación intercultural debe entenderse como un conjunto de prácticas educativas diseñadas para fomentar el respeto mutuo y el entendimiento entre todos los alumnos, más allá de su origen cultural, lingüístico, étnico o religioso, más aún, un enfoque intercultural se esfuerza en hablar a todos los alumnos, ayudándolos, por medio de la diseminación de conocimientos sobre distintas culturas, para que descubran los factores que unen y diferencian a la humanidad, para que aprecien su riqueza y diversidad, para que descubran su propia humanidad en cualquier cultura, y para que adquieran un conocimiento crítico y comprensivo de las culturas.

          Si se pretende verdaderamente una educación intercultural se debe dejar de ver a ésta como un discurso teórico cargado de buenas intenciones y percibirla como una condición indispensable para el cambio en la escuela y fuera de ella. Por ello es importante que los docentes valoren el significado de la cultura en el proceso de interacción en el ámbito escolar, un proceso que le permite al individuo desarrollar competencias en múltiples esquemas de percepción, pensamiento y acción (en múltiples culturas).

          La educación intercultural es la educación centrada en la diferencia y pluralidad cultural más que en una educación para los que son culturalmente diferentes. Los hombres y las mujeres de otras culturas son seres humanos, personas con las que construiremos una sociedad distinta y nueva. En la aldea global en que vivimos hoy necesitamos aprender a convivir de la manera más creativa y enriquecedora entre personas y grupos diferentes. La educación intercultural se opone a integración entendida como asimilación; no es una educación compensatoria para igualar. (Sáenz, citado por Kaluf, 2005)

        Un país multicultural que aspira a la democracia no puede lograrlo plenamente si no transita de la multiculturalidad a la interculturalidad; esto es así porque la democracia supone pluralismo. La democracia también implica conocer y respetar otras visiones, para formar el juicio propio, de otra manera, el juicio propio es limitado y egocéntrico, inconveniente para el propio Estado que se erige en democracia.

          La democracia supone al menos la tolerancia, que es uno de los contrarios del racismo, -los otros, más profundos, son el respeto y el aprecio por el otro diferente-. Exige escuchar a las minorías para que no se convierta en dictadura de las mayorías. Implica, por lo mismo, interculturalidad.

          La democracia es un mecanismo para la persecución de la justicia, de la retributiva y de la distributiva, ambas perseguidas también por la interculturalidad. Por último, la democracia verdadera, la profunda y madura, la que supone interculturalidad, es indispensable para la gobernabilidad en sociedades complejas, diversas y heterogéneas.

        Desde esta perspectiva, todos los seres humanos vivimos en un mundo multicultural, donde cada individuo tiene acceso a más de una cultura, a más de un conjunto de conocimientos y patrones de percepción, pensamiento y acción; por lo que la educación intercultural no debe ser considerada sólo como aquella que demandan los grupos indígenas, sino como una educación para la diversidad cultural en su más amplio sentido. Como aquella que sólo será posible construir a través de un proceso de críticas constructivas y propuestas en los contenidos escolares transmitidos por la escuela, que asegure la variedad de métodos didácticos en los procesos de enseñanza–aprendizaje; que fomente mayores niveles de conciencia en los alumnos respecto a la diversidad cultural presente en la escuela y que tenga los recursos cognitivos suficientes para reconocer y convivir en la pluralidad en entornos inmediatos.

         Ubicándonos en nuestro país, desde hace algunos años, se han producido en México importantes modificaciones en el marco jurídico y en las políticas educativas vinculadas con el reconocimiento y tratamiento educativo de la diversidad sociocultural y lingüística, situación que impacta indudablemente en nuestro estado.

         Cabe destacar que en Veracruz, la multiculturalidad es parte de nuestra historia y las diferencias culturales entre el grupo dominante y las culturas originarias han motivado desde intentos de exterminio hasta esfuerzos concertados a nivel estatal de asimilación. Las relaciones entre la cultura dominante y las minoritarias, nativas, se fundamentan en un gran prejuicio, claramente discriminatorio, de origen histórico, el que conduce a creer que la diferencia cultural y la pobreza constituyen un mismo fenómeno, esto es causa de enormes desigualdades de todo tipo, pero también de alcance y logro educativo, que existen entre las poblaciones indígenas y no indígenas del país. Entonces hablar de educación intercultural implica, necesariamente, combatir de manera directa dicho prejuicio y construir nuevas bases de interrelación entre mexicanos diferentes.

          Nuestro estado cuenta con una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas recae la importancia de adopción de elementos indispensables para afrontar los cambios inevitables que tienen lugar por el contacto entre culturas así como por las dinámicas propias.

      Veracruz, al considerarse un estado democrático, no debería estar en permanente contradicción, señalando en sus discursos la equidad, la igualdad social de las, los gobernados, la práctica de consensos, de responder a las demandas sociales, mientras por otra parte siguen imponiendo las políticas de Estado excluyentes y discriminatorias que han caracterizado nuestro devenir histórico.

         Ante esto, es urgente una formación docente que perciba y reconozca las desigualdades sociales en las que se traduce la diversidad (desigualdades en la distribución del poder y los recursos), y que sea competente para construir propuestas educativas innovadoras que respondan a la diversidad existente en la escuela y el aula para que se posicione crítica y activamente en la acción social desde la escuela.

          Así, entendemos la educación intercultural como aquella que va más allá de un respeto romántico y puntual por los diferentes estilos de vida, y que se acerca más a la igualdad de oportunidades educativas para todos. Pues existe el peligro de pensar en un aula con niños, o adolescentes pobres, o de minorías étnicas marginadas, donde lo único que puede hacer el profesor es adaptarse a sus ritmos lentos de aprendizaje, a sus escasas posibilidades y a sus alicortadas aspiraciones.

          Sería interesante el planteamiento sobre ¿cómo formar un docente capaz de reconocer y atender la diversidad cultural en el aula? Creemos que el primer paso para avanzar hacia este objetivo es brindar una formación que permita comprender cómo la educación intercultural puede impactar tanto a los individuos en el contexto escolar como en el ámbito social, cuando con eficacia pedagógica consigue el éxito académico y una mayor igualdad de oportunidades para los individuos en situación de marginación social y cultural; fomentando el respeto, la tolerancia y valoración de la diversidad cultural, así como habilidades sociales indispensables (por ejemplo, sentido crítico) y una participación activa en proyectos de animación cultural, a través de la escuela para padres.

        Cabe destacar que uno de los indicadores básicos del grado de sensibilización del docente acerca de la educación intercultural es cuando admite que los temas sobre la diversidad se traten como parte del currículo escolar, siempre que el tema lo requiera. No se trata tampoco de llegar al extremo contrario y moverse según estereotipos sobre la diversidad, interculturalidad, multiculturalidad, minorías étnicas, entre otros, con un tratamiento exclusivamente teórico, sino más bien como parte de lo cotidiano.

       Otro desafío sería replantear nuestro quehacer en la educación analizando nuestra tolerancia y el respeto a la diversidad cultural para lograr la convivencia entre diferentes en un plano de igualdad y equidad.

          Si bien es cierto, este proceso de cambio hacia una educación intercultural no es fácil, debido, entre otros factores, a la falta de visión de los actores involucrados (autoridades, docentes y padres de familia) respecto al significado e importancia de este tipo de escuela. Las dificultades para llegar a acuerdos y consensos tienen que ver, en gran medida, con procesos de resistencia al cambio como también a la oposición sistemática de muchos docentes sobre las orientaciones, propósitos y estrategias que diseñan las autoridades para su operatividad, lo cual hace más difícil y conflictiva esta etapa del proceso para todos los participantes.

         Es importante recuperar lo que el Informe Delors afirma en torno a que la educación tiene una doble misión: enseñar la diversidad de la especie humana y contribuir a una toma de conciencia de las semejanzas y la interdependencia entre todos los seres humanos, también que la educación debe asumir la difícil tarea de transformar la diversidad en un factor positivo de entendimiento mutuo entre los individuos y los grupos humanos. (Delors, 1996)

       Entonces, la formación docente para la interculturalidad, debe dirigirse hacia la transformación social que a través del ámbito educativo busque contribuir a la equidad social y la igualdad en el marco de los derechos humanos; debe ser un “abridor de mundo”, desde sus propias raíces y para la comprensión de la situación de sus alumnos; debe ser capaz de dialogar con los padres de familia y con otros miembros de los grupos locales y convencerlos de las bondades de la modalidad educativa en que trabaja. Para lograrlo requiere, además de actitud, conocimiento de los dos campos culturales y un saber pedagógico.

      Para Schmelkes (2005b), entre los múltiples requisitos del docente para la interculturalidad están:

1) Los docentes tienen que comprender lo que es cultura. Tienen que reconocer la cultura como un elemento definitorio de los grupos humanos que transforman su entorno y sobreviven en él, y construyen su explicación del mundo y el sentido de su vida. Es necesario que transiten por los tres niveles y los dos saltos epistemológicos de la educación intercultural para grupos mayoritarios (de conocer los aportes de otras culturas a valorarlos y respetarlos; de respetar la diferencia a comprenderla como fuente privilegiada para el enriquecimiento humano incluyendo el personal). Lo que los alumnos traen consigo en conocimientos y saberes, experiencias, valores –las experiencias de su cultura-, ha de ser reconocido y aprovechado en el aula tanto para asumirlo como punto de partida de aprendizajes posteriores, como para enriquecer a los demás.

2) Los docentes tienen que estar formados en la pedagogía del desarrollo del juicio moral. Tienen que saber crear y aprovechar oportunidades para que sus alumnos entiendan a los otros diferentes; para que pongan en juego su juicio al enfrentar conflictos morales que son propios de realidades multiculturales; para que aprendan a reflexionar y a dialogar con otros iguales y diferentes. Tienen que reconocer el racismo encubierto para convertirlo en objeto de reflexión y análisis grupal. Tienen que ser capaces de crear situaciones de convivencia respetuosa en el aula.

3) Los docentes tienen que estar formados para trabajar en equipo, de forma que puedan hacer de la escuela en la que trabajan una microsociedad parecida a la que se desea crear: una sociedad en la que se escuche y respete la voz de las minorías; una sociedad en la que se viva la libertad de expresión y el respeto a la diferencia; una sociedad en la que se aprovechen las diferencias para el enriquecimiento mutuo.

4) Los docentes tienen que reconocer la importancia de la participación comunitaria en la actividad educativa. Una educación para la interculturalidad tiene que poder desarrollar la demanda por parte de las comunidades que la escuela contribuya a reproducir, fortalecer y enriquecer la cultura comunitaria. Sin el acercamiento de la escuela a la comunidad, sin el desarrollo de un proceso de apropiación de la escuela por parte de la misma, difícilmente podrá avanzarse, mediante procedimientos unidireccionales, en este propósito.
Las anteriores aportaciones constituyen una muestra de cómo se está discutiendo la formación de los docentes para la interculturalidad, y cuál tendría que ser el perfil ideal de estos educadores.

          Con estos referentes se pretende revisar la situación actual no sólo del estado de Veracruz, si no de México, asumiendo como un propósito lograr que el enfoque intercultural en la formación y el desarrollo profesional de los maestros propicie en ellos las competencias necesarias para contribuir a lograr los propósitos de la educación intercultural para todos, de tal manera que los educandos logren los propósitos educativos; desarrollen la capacidad de comprender la realidad desde ópticas culturales diversas, que faciliten la comprensión de las prácticas culturales propias y ajenas de manera crítica y contextualizada; fortalezcan el conocimiento y el orgullo por la cultura propia como elemento para afianzar la identidad; conozcan la realidad multicultural del país y valoren los aportes de los pueblos que lo habitan como riqueza de la nación mexicana.

          Las respuestas a los planteamientos de la educación intercultural son aún insuficientes, prevalece la incongruencia de que los planes educativos no sean pertinentes a la diversidad cultural, social e individual de los alumnos. Se plantea como fundamental que las iniciativas educativas se orienten a transformar la escuela en un espacio donde se dé mayor equidad a los alumnos y respeto a sus características culturales; se requiere incentivar la investigación educativa, como fuente de dinamización curricular e innovación pedagógica en el campo de la educación intercultural.

          Es necesario una formación con una perspectiva intercultural que tome en cuenta la riqueza de los mundos culturales diversos, que elimine toda clase de prejuicios respecto al diseño de estrategias educativas y materiales didácticos; que sea el catalizador para potenciar la capacidad de análisis del currículo explícito y oculto; que tenga la capacidad para tratar las líneas transversales como vías de cuestionamiento, tanto de los contenidos curriculares como de los criterios de organización de éstos, y de indagar críticamente sobre los materiales didácticos y de elaborar nuevos.

      Para contribuir eficientemente en la construcción de una educación intercultural es primordial que el trabajo colegiado en las escuelas cobre especial significado, como espacios de actualización e intercambio académico de ideas que nos permiten el análisis y diseño de estrategias para una formación docente que rompa con las resistencias al cambio y añejas prácticas homogeneizadoras en la escuela.

         Por ello, la UNESCO sostiene: La nueva importancia que cobra la diversidad cultural destaca hasta qué punto la problemática del acceso a los conocimientos es inseparable de las condiciones en que éstos se producen. Promover la diversidad equivale a promover la creatividad de las sociedades del conocimiento emergentes. Esta perspectiva no obedece exclusivamente a un imperativo abstracto de carácter ético, sino que apunta principalmente a suscitar en cada sociedad una toma de conciencia de la riqueza de los conocimientos y capacidades de que es depositaria a fin de que los valore y aproveche mejor. Al hacerlo, no cabe duda de que cada sociedad estará mejor armada para hacer frente a las rápidas mutaciones que caracterizan al mundo contemporáneo. (2005b, p.18)

        Hay mucho por hacer y reflexionar acerca de la práctica docente, el análisis teórico, político e institucional; sin embargo, la posibilidad de construir una escuela abierta a la diversidad debe ser el proyecto prioritario en la educación básica con toda su estructura, recursos y actores, por lo que se requiere un esfuerzo individual, de grupo e institucional, ya que la educación intercultural no es un favor que se concede a la diversidad: es la oportunidad de convivir con otras realidades, otras formas de entender y vivir en el mundo, otras formas de conocer, sentir, hacer y relacionarnos desde la escuela, asumiendo que los profesores en servicio, autoridades y los docentes en formación, debemos analizar y valorar la diversidad cultural que nos permita hacer posible una "educación para todos", en donde los niños aprendan a reconocer, respetar y convivir con los que no son como ellos en un marco de respeto y tolerancia.

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